Oasis, o cómo el género urbano puede ir más allá -

Oasis, o cómo el género urbano puede ir más allá

Publicado el 18 - 08 - 2019 | Por: Felipe Sánchez Hincapié

Voy a decirlo sin importar el qué dirán y aun siendo rockero por vocación: Oasis, de J Balvin y Bad Bunny, es un excelente disco. ¿Por qué? porque sus ocho canciones, más que pegajosos hits, son historias crudas y mantienen una unidad de inicio a fin (algo bastante meritorio en tiempos donde para muchos hacer un disco es juntar canciones porque sí, sin un concepto claro o una estética sólida); además de que a nivel musical es diverso y detrás de él están dos de los astros más brillantes del género urbano.

El Conejo Malo y el Niño de Medellín hacen de anfitriones en este oasis colorido que a ratos se torna oscuro. Una contradicción total, aun cuando su sonido refrescante traslada a quien lo escuche a un paraíso soñado y sin taras distractoras. Sin embargo, esa es solo una apariencia ostentosa porque de un momento a otro el panorama se ensombrece con las letras desenfadadas que hablan de desamor, excesos, ausencias y rupturas.

Así, “Yo le llego”, por ejemplo, no es más que una incesante búsqueda por  el placer que una vez se consigue no alcanza a saciarse; “Qué pretendes” suena como un reclamo a quien aparece después de una prolongada ausencia y sin razón alguna; “La canción” hace recordar aquellas canciones de amor que ayer se cantaron y bailaron con todo el amor, pero que hoy son vidrios atorados en la garganta; y “Un peso” –realizada con Marciano Cantero, vocalista de Enanitos Verdes, representantes del siempre recordado rock en español– es un portazo en la cara, un borrón y cuenta nueva que inevitablemente deja sinsabores.  

Este ir y venir entre el amor y el odio está acompañado por una amalgama de ritmos que van desde el dancehall, el jazz y el R&B, hasta el trap más intenso y el reggaetón vieja escuela. Aunque las tres primeras canciones, “Mojaita”, “Yo le llego” y “Cuidado por ahí”, se ciñen a la etiqueta más predecible del trap y el reggaetón, es a partir de la cuarta canción, “Qué pretendes”, que el disco da un salto sonoro fascinante.  

Dicho detalle, sumado a su imagen, fue el que más llamó mi atención por una razón: con Oasis J Balvin y Bad Bunny se atrevieron a experimentar para darle un aire más universal al género urbano y de paso conquistar a los reacios a su irreverente brillo. No es la primera vez que lo hacen: con Energía (2016) J Balvin abrazó otros géneros como el hip hop y la electrónica, mientras este año Bad Bunny presentó junto al Trío Los Rivera Destino el bolero “Flor”; una canción con mucho flow aderezada con esa nostalgia que marcó la educación sentimental de todo un continente.

En este disco, ambos mantienen su identidad latina con sinceridad y sin poses, pero saben llegarles a quienes, aunque no hablen español, quieran sentir el flow en la sangre. Porque la verdad sea dicha: hace mucho el género urbano dejó de ser una moda para convertirse en el beat de nuestro tiempo, y nadie puede eludirlo sea para disfrutarlo o defenestrarlo, estemos en Medellín, San Juan, Nueva York o Seúl.

Quizás por la emoción del momento o porque el disco se ha quedado pegado hasta en las manos con que escribo estas palabras, me atrevo a decir que Oasis es la constatación de que el género está trascendiendo sus fórmulas y puede, si saber aprovechar este momento, ir más allá, porque si fue capaz de hacer la revolución en Puerto Rico y tumbar a un gobernante mediocre que se burlaba del pueblo, puede hacer otras cosas. En fin, por ahora a bailar en este oasis, aunque bailar también es una revolución.